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Mediación e Inteligencia Artificial

 

Columna escrita por Rodrigo Fernández del Río, Colaborador de Investigación del departamento de Negociación de Derecho UC. 

 

Mediación e Inteligencia Artificial: Dónde estamos y hacia dónde vamos 

 

La inteligencia artificial se ha ido haciendo un lugar dentro de la sociedad a pasos agigantados durante los últimos años. Esto, sin duda, ha tenido impacto en diversas áreas. A veces como un complemento y otras como sustituto. Ya en 1964, Isaac Asimov -un adelantado en la materia- señalaba que “la humanidad se convertirá en una raza cuidadora de máquinas”. Más recientemente, en 2013, Frey y Osborne predijeron que antes de 2033 el 47% de los empleos de Estados Unidos serían usurpados por máquinas.  

 

 

 

Es casi una certeza que el ejercicio de la profesión legal se verá afectado -para bien o para mal- por estas nuevas tecnologías. Las preguntas que tenemos que hacernos deben enfocarse más bien sobre qué áreas y en qué forma esto sucederá. Carlos Amunátegui, por su parte, apunta a los abogados tributaristas y corporativistas como aquellos que se encontrarían más expuestos a esta presión tecnológica, atendiendo a que sus labores son más automatizables y representan un mayor costo para quienes solicitan sus servicios. 

Lo anterior, sin duda, no es ciencia cierta, sino que proyecciones a futuro que se hacen tomando en cuenta factores presentes. Nos hacemos la pregunta sobre cómo se verá afectada la mediación, y especialmente, el rol del mediador dentro de esta. 

 

¿Veremos conflictos complejos resueltos por medio de programas?

 

Si analizamos el escenario actual, debemos necesariamente atender a lo que hace el CAM Santiago, que está a la vanguardia en la aplicación de nuevas tecnologías para la resolución de conflictos. Dentro de las principales innovaciones está la aplicación de ODR (Online Dispute Resolution), que permiten al usuario resolver conflictos en forma online tanto en formato B2B como B2C. En estas plataformas, el rol de la inteligencia artificial se aplica en ciertos casos de menor relevancia, donde hay un claro cruce de rangos de negociación, y a nivel general tiene un rol meramente asistencial. Benjamín Astete, quien está a cargo del desarrollo de ODR en el CAM, señala que el protagonismo del mediador convencional -es decir, humano- sigue estando más vigente que nunca, y no pareciera haber presión tecnológica en este sentido. 

No obstante, la pregunta que cabe hacerse es si esto seguirá siendo así a futuro. ¿Veremos conflictos complejos resueltos por medio de programas?

 

 

¿Podrá inspirar ese nivel de confianza un robot?

 

Para responder a esa pregunta es preciso atender a aquellos elementos principales dentro de una mediación y a las falencias que al día de hoy ha presentado la inteligencia artificial. Es ahí donde salen a flote los problemas que plantea una posible sustitución del mediador por un algoritmo. En este sentido, son diversos los factores que hacen inclinarnos a pensar que en el corto y mediano plazo no será posible, los cuales mencionaremos someramente, puesto que no es el objeto de este trabajo: en primer lugar, destacamos que iría en contra de un elemento esencial de la mediación, que es el hecho de que son las partes quienes deben generar su propia solución -o al menos intentarlo-. En segundo lugar, nos preocupa la falta de capacidad de adaptación a situaciones que puede presentar un programa. A más variables, más difícil es construir un algoritmo. Ahora, tomando en cuenta que el actuar humano es contingente, se pueden producir infinitas situaciones no cuantificables que el “mediador” no podrá manejar. En tercer lugar, destacamos que una de las labores del mediador es generar confianza. Sin esta, las probabilidades de éxito son casi nulas. ¿Podrá inspirar ese nivel de confianza un robot? Por último, y más importante, pensamos que una característica, de prácticamente toda mediación, es que no son conflictos de blanco y negro. En ese sentido, la labor del mediador debe ir en pos de acercar a las partes, modificar el lenguaje utilizado y cambiar la percepción que estas tienen del problema. Para todo esto no existe un código normativo o un conjunto de reglas, sino que aplicación de principios y, sobre todo, de sentido común. Se imaginará el lector la misión suicida que supone programar esto. Como dato, Doug Lenat, CEO de Cycorp Inc., se avocó a la misión de programar el sentido común. Hoy, solamente lleva 30 años haciéndolo y no está ni cerca de terminar. 

En resumen, la inteligencia artificial, en el corto y mediano plazo, puede ser ocupada en conflictos menores de sencilla resolución -como lo hace Ebay, que mediante un programa resuelve problemas con clientes disconformes- o en forma meramente asistencial, por ejemplo, informando a las partes la fecha de una audiencia. 

Avances venideros podrían ser algoritmos que, manejando inmensos niveles de información, permitieran guiar al mediador en el mismo acto, conforme a experiencias de otros conflictos similares ya resueltos exitosamente -de todas formas, como decía Mark Twain, la historia no se repite, pero rima-. También podríamos desarrollar máquinas que perciban sensaciones de las partes atendiendo al lenguaje o temperatura corporal, y que puedan dar aviso al mediador para que disponga de un receso. Estas, no obstante, no son más que ideas.

 

"Es difícil anticiparse al futuro, sobre todo tomando en cuenta el crecimiento exponencial de la tecnología."

 

Si ha llegado hasta aquí, el lector se preguntará: ¿Y qué pasará con el largo plazo? Es difícil anticiparse al futuro, sobre todo tomando en cuenta el crecimiento exponencial de la tecnología. ¿Qué significa realmente “largo plazo” en este campo? Piense usted que tanto el IPhone como Bitcoin aún no pueden celebrar sus 15 años. 

No obstante, creemos que para que la máquina sustituya al mediador serán necesarios dos mínimos básicos: un avance muchísimo mayor en desarrollo de machine learning e inteligencia artificial -que aún está en etapa de germinación-, y un cambio de paradigma en cuanto a la relación humano-máquina. Hoy el ser humano no siente confianza en las máquinas como lo hace con otros de su especie, por lo que, consecuentemente, no las considera aptas para este tipo de tareas. ¿Usted iría a un robot psicólogo al que le cuenta sus problemas y este le da consejos en su pantalla? Hoy su respuesta seguramente es que no, pero no sabemos cómo será en el futuro. 

 

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