Opinión / Por Cristian Saieh (Abogado UC, MBA, Director del Programa de Negociación UC)
Luego de meses de especulaciones, inesperadamente la opción de dejar la CE se impuso a la de permanecer con un estrecho 52%; no obstante, a los pocos días del referendum, llamaba la atención de los medios una petición canalizada a través de la página web del parlamento que a la fecha ha alcanzado más de 4 millones de firmas, en que se solicitaba la repetición del plebiscito; se había instalado un particular síndrome de arrepentimiento, bautizado como Regrexit (regret más brexit). Como en muchas negociaciones, en este caso la frustración pareciera alcanzar tanto a vencedores como a vencidos. De pronto, las soluciones planteadas como opciones cerradas, respuestas únicas del tipo remain or leave parecen no haber sido capaces de canalizar la compleja mezcla de intereses e inquietudes de los británicos. En efecto, las trincheras del sí y él no se arroparon de múltiples argumentos políticos y económicos y no ponderaron con suficiencia el factor emocional que a la postre fue clave. Desde la perspectiva del fenómeno del conflicto y su solución, hoy sabemos que la capacidad de tomar decisiones está íntimamente ligada con el área del cerebro donde se generan las emociones. En un experimento conducido por un reconocido neurólogo portugués se descubrió que pacientes que manifestaban daño cerebral y no tenían emociones, no eran capaces de tomar decisiones básicas como elegir entre dos alternativas de comida. Como seres humanos nuestra tendencia a optar está íntimamente ligada a lo que sentimos y no solo a lo que razonamos. Leer el artículo completo.