Columna escrita por Cristian Saieh, DIrector del programa de Negociación UC.
Dejemos de creer que nuestras ideas son superiores.
Es bastante fácil, desde esta tribuna, instar por el diálogo cuando el ciudadano medio y los más pobres conviven con graves problemas de salud, educación, pensiones, dignidad y equidad. Con otra perspectiva, desde esta tribuna es muy difícil hablar de diálogo, porque ni los que la están leyendo ni el suscrito tenemos toda la razón cuando presentamos nuestras ideas y convicciones.
Tal vez una solución sea dejar de lado dos falacias. La primera consiste en creer que las jugadas de la sociedad pueden entenderse racionalmente, a través de sesudos análisis de la contingencia que algunos pitonisos expresan en los medios de comunicación, y de poderosos Excel en que los tecnócratas muestran avances en el país. La segunda equivocación es creer en la peregrina idea de que nuestras convicciones morales, políticas, sociales y económicas son superiores y mejores que las de otros sectores de la sociedad y que, por tanto, deben prevalecer a toda costa. Debemos entender que esta sociedad se ha tornado demasiado compleja, especialmente en tiempos en que la tecnología y las ciencias nos entregan día a día más información y avances que debieran tener como resultado final democratizar la riqueza, más que hacerla más vertical. Pienso que la única forma de consensuar soluciones para nuestra sociedad es realmente ser humildes y prudentes, y comprender que tras las respuestas que dan otros para lo que ocurre en Chile también hay parte relevante de verdad. Se critica a la izquierda de vivir de sueños trasnochados. ¿No habrá algo de razón en sus posiciones? Se juzga a la derecha por ser tecnócrata y aferrada al libre mercado.
¿Habrá algo de verdad en sus inclinaciones?
Abraham Lincoln dijo que cuando se sentaba a razonar con un hombre gastaba 1/3 del tiempo pensando en lo que él diría y dos tercios en lo que el otro diría. ¿No será acertado? Pensar más en el otro que en uno parece ser la clave para entender algo de lo que ocurre en nuestra sociedad, y dejar de lado la petulancia y arrogancia de creer que las respuestas son las nuestras y que no hay nada de razón en el otro. Hace falta una gran dosis de respeto por el otro y de humildad para entender de una vez por todas que Chile no debe ser mirado como un tablero de ajedrez en que las piezas se mueven por las lógicas de la racionalidad. ¿Cuántas calamidades sociales y económicas; cuántos muertos deberemos lamentar para dejar de lado la tontería de creer que nuestras ideas son superiores?