Columna escrita por Josefina Arancibia, Psicóloga y Coach UC, Pontificia Universidad Católica de Chile.
Integrar sabiduría a la Empresa
Cuando nos proponemos realizar un programa de formación, ya sea para nosotros o para las personas que pertenecen a nuestras organizaciones, ¿Cuáles son las expectativas que aparecen? ¿Qué esperamos que nos entregue ese programa?
“El conocimiento viene, la sabiduría se queda” -Alfred Tennyson.
Al hacer esta pregunta a diferentes personas y organizaciones, las respuestas apuntan a dos aspectos principales; la primera es que al finalizar un programa de formación las personas esperan contar con herramientas que sean tangibles y concretas, por una parte, y la segunda es que se pueda aplicar de alguna manera a la vida o quehacer laboral de forma relativamente rápida. Con esto, aumenta la percepción de que estudiar fue una experiencia positiva y que de alguna manera obtuvo algún tipo de retorno sobre la inversión. Esta ecuación y análisis funciona bastante bien si pensamos en temas que son de índole técnica y/o racionales.
Sin embargo, ¿Qué sucede con aquellas habilidades humanas, actitudinales tan necesarias para transitar en el mundo actual, que exigen usar nuevas estrategias y conductas a la hora de abordar cambios, conflictos y vínculos, pero que no son tangibles desde lo inmediato?
Estas habilidades cada vez están tomando mayor fuerza, debido a las necesidades que se tienen para adaptarse a un mundo que funciona con nuevos códigos desde lo humano y sistémico; sin embargo, ha sido lento la adopción y confianza, debido a que se siguen rutas conocidas donde prevalece el conocimiento lineal, práctico y concreto.
Una parte del ser humano requiere tocar, sentir la realidad de manera concreta; sin embargo, la capacidad adaptativa que se necesita hoy, nos desafía a una mirada diferente, tanto desde las personas que asisten a un programa de formación como de las organizaciones que lo contratan hasta las personas que lo imparten.
A diferencia de décadas anteriores, donde el valor agregado se evaluaba por el nivel de conocimiento que entregaba un curso o el que poseía una persona, hoy podemos encontrar diferente tipo de literatura y contenidos en diversas plataformas digitales. Por lo tanto, el nivel de diferenciación ya no está dado solamente por el conocimiento que una persona posee, sino en como ese conocimiento se integra a cada persona desde diferentes disciplinas, y así desarrollar nuevas habilidades.
"... Ya sea porque realmente existe la necesidad y/o porque la empresa cuenta con la madurez necesaria para absorber este tipo de conocimiento..."
Es ahí donde aparece una de las peores trampas, llenarse de conocimiento sin un sustento, sin una base que permita que ese conocimiento permee como un todo, ya sea porque realmente existe la necesidad y/o porque la empresa cuenta con la madurez necesaria para absorber este tipo de conocimiento y transformarlo en experiencia, actuando y siendo coherente a su propia sabiduría, permitiéndole ampliar la mirada, con mayores niveles de conciencia respecto al norte y los desafíos que tiene que enfrentar mediante la experiencia real y concreta. Es ahí donde se ponen en juego diferentes elementos que interactúan como un todo.
El desafío está en integrar experiencias, conocimientos y juicios, que pueden ser vistos como opuestos y antagónicos, con el objetivo de generar nuevas realidades que ayuden a las empresas a transitar caminos inciertos, ambiguos y vulnerables. Nos invita replantearnos un modelo de aprendizaje que pide atrevernos a soltar viejos paradigmas.
Las habilidades mal llamadas blandas, aquellas habilidades humanas requieren que soltemos la inmediatez, el exceso de practicidad, y la desconexión, comprendiendo que trabajarlas es una misión permanente que requiere tiempo, madurez y un proceso continuo de avances y retrocesos, los cuales se irán internalizando en la medida que la organización aprenda y evolucione como sistema.
Hoy se requiere que las empresas no solo sean exitosas por sus resultados en el corto plazo, sino por su capital de sabiduría que le permita habitar nuevos caminos, tomar decisiones difíciles, mirar el futuro y gestionar de manera sana las relaciones con su entorno, a partir de integrar del conocimiento con la experiencia, junto con el proceso de transformación interno que vive una empresa o persona durante su tiempo de existencia.
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